Otoño 2017 | Año 20 | Número 77
| ARTÍCULOS MÉDICOS

¿Intoxicados de información?

Lic. Emilia Romio - Programas Especiales OMINT.

Son popularmente conocidos los efectos negativos que provocan en nuestra salud el consumo excesivo de bebidas alcohólicas, alimentos poco saludables y el hábito de fumar. Actualmente, estamos expuestos a un exceso que, aunque pase desapercibido, puede provocar graves consecuencias en nuestra calidad de vida: la sobreinformación.

La sobrecarga de información, también denominada “infoxicación”, puede resultar negativa; en particular, para el bienestar de nuestro cerebro. Cuando saltamos de un sitio web a otro, siguiendo una variedad de enlaces que nos llevan a otros enlaces, y accediendo así a una gran cantidad de información; o cuando los medios televisivos invaden con noticias cada vez más urgentes y veloces, sin poder profundizaren ellas, ni detenernos a reflexionar acerca de aquello que escuchamos, miramos o leemos, en nuestro cerebro entra en funcionamiento lo que denominamos “memoria a corto plazo”, es la que nos posibilita retener una información el tiempo suficiente como para saber, por ejemplo, si nos interesa profundizar en algo.

La memoria a corto plazo opera solo por un tiempo limitado y con una cantidad de elementos también muy limitada, lo perjudicial surgiría cuando nos mantenemos constantemente en este nivel superficial, ya que no profundizar en un contenido o detenernos a asimilar y reflexionar en torno a determinada información, no permite que entre en función la memoria a largo plazo; es decir, esa información o contenido no lo estamos interiorizando, ni asimilando, ni procesando. Al “picar” información de un sitio a otro en realidad estamos evitando asociarlos con otros contenidos y convertirlos en conocimiento.

Este flujo continuo de información puede generar síntomas de estrés psicológico; esto afecta  la atención y la concentración, y por ende, genera fallas en la memoria, una alteración del proceso de toma de decisiones y una pérdida en la capacidad de procesar y utilizar información de manera eficiente.

El problema de la infoxicación en materia de salud se puede dividir en dos aspectos fundamentales, relacionados con la cantidad y la calidad de la información. En cuanto a la cantidad, el exceso de datos puede generar más confusión que beneficio. Sobre todo si se lanzan de manera caótica y a gran velocidad, sin dar tiempo para el análisis y la reflexión.

En cuanto a la calidad, la rapidez de la información hace que en muchas ocasiones seamos poco críticos. Sesgos cognitivos hacen, por ejemplo, que busquemos la información que encaja con nuestra forma de pensar, o con lo que nos gustaría encontrar.

Según un estudio publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences, el bombardeo de mensajes que hoy se multiplica a través de las redes sociales anula la capacidad de empatía y de discernimiento moral que requieren las decisiones humanas.

¿De qué manera se pueden prevenir o apaciguar las consecuencias de la sobreinformación?

• Reflexionar acerca de la propia situación frente a este fenómeno: ¿Siento ansiedad ante la posibilidad de no tener la información correcta o no tener la suficiente información? ¿Estoy en búsqueda constante de información?

• Organizar la información. En el ámbito laboral esto permite optimizar el tiempo y ser más productivo: estar concentrado en una tarea para evitar así la multitarea, obviando los estímulos informativos que puedan llegar, vía email, telefónicamente y sitios web, hasta haberla finalizado.

• Debatir creando pequeños momentos de encuentros sea en familia, pareja o con amigos, para detenernos a reflexionar acerca del contenido de las noticias y poder discernir qué provoca interiormente en cada uno de nosotros la variedad de contenido informativo que durante el día tuvo gran difusión y presencia.

• Seleccionar eligiendo qué información es relevante para uno mismo y acerca de qué contenidos deseamos profundizar, para convertirnos así en consumidores conscientes de información.

• Meditar realizar esta práctica no solo es positiva para la atención y la memoria, sino también favorece el bienestar emocional; al reducir el estrés y la ansiedad que puede originar la sobreinformación.

Estar conectados a una variedad de enlaces que nos devela un sin fín de contenidos es efectivo y positivo en la medida en que seamos activos sobre lo que realmente queremos estar informados. El desafío que nos plantea este escenario de exceso de información es llegar a poder ser consumidores responsables y conscientes al momento de informarnos; ser selectivos en torno a aquello que nos interesa profundizar para no solo picotear contenidos sino llegar a conocerlos efectivamente.

Lo importante es que la información no avance sobre nosotros, no nos consuma, sino que tengamos una gestión sobre esta información. La conclusión es evidente: Filtrar es clave.