Primavera 2018 | Año 21 | Número 83
| ARTÍCULOS MÉDICOS

Mitos y verdades del colon irritable

Dra. María Florencia Eguren, especialista en gastroenterología en la Clínica del Sol - M.N: 97397.

¿Qué es el colon irritable? ¿Es una enfermedad del colon? No del todo. El trastorno debería llamarse “tubo digestivo irritable”, porque implica una mayor sensibilidad en todo el tubo digestivo, desde esófago a recto.  Así como algunas personas tienen una sensibilidad aumentada en la percepción de la fiebre y otras, alergia en sus vías respiratorias; el tubo digestivo sensible o irritable reacciona más rápida e intensamente ante diversos agentes que lo afectan. Múltiples trabajos científicos demuestran que las personas que presentan este síndrome tienen en todo el tubo digestivo un mayor número de receptores para percibir los cambios hormonales y humorales (adrenalina, noradrenalina, cortisona que se segrega en el estrés).

¿En qué medida incide la psiquis? Es una condición orgánica que se ve afectada frente a diferentes cambios, ya sean hormonales, de humor  o estrés. Debido a la sensibilidad aumentada, los alimentos son más difíciles  de digerir y se toleran menos los medicamentos con posibles efectos  secundarios a nivel digestivo. No debemos olvidar que la personalidad también influye: en general, el paciente con colon irritable es una persona muy sensible, que puede tener algunas dificultades en la expresión de sus emociones, que canaliza a través de su tubo digestivo. Tal es así que cuando el paciente aprende a expresarse, estas molestias se disipan sustancialmente.

¿Cómo se diagnostica? Antes de dar por hecho que alguien padece de tubo digestivo irritable, debemos descartar patologías orgánicas como celiaquismo, síndromes de mala absorción, gastritis por helicobacter pilory, intolerancia a la lactosa, fructosa o sorbitol, sobrecrecimiento bacteriano, constipación funcional, patología coloniaca diverticular, entre otras. También es importante detectar si los síntomas son consecuencia de medicaciones que el paciente está recibiendo. Por este motivo, es importante realizar un interrogatorio extenso y minucioso, además de un completo examen clínico general.

¿Cuál es el tratamiento? Se puede definir el tratamiento como una mesa de cuatro patas. En primer lugar, es importante poder encontrar una nueva forma de canalizar los problemas y buscar ayuda, no necesariamente con un profesional, sino realizando un trabajo interno y compartiendo las preocupaciones con los seres queridos. En segunda instancia, se recomienda realizar una actividad física de baja intensidad, como yoga o pilates, como parte de los cambios de hábitos.

La tercera pata es la dieta: una alimentación equilibrada es la mejor opción para todas las personas con este síndrome, aunque los consejos tienen que ser individualizados. Es recomendable que cada paciente explore, investigue y detecte los alimentos que le caen mal, aunque hay ciertas “pautas” que pueden funcionar en todos los casos. Los especialistas recomiendan:  eliminar el alcohol, beber de 1.5 a 2 litros de agua por día y comer pequeñas porciones repartidas en, al menos, cinco veces al día.

1. Evitar los productos light. La fructosa y el sorbitol, sustancias presentes en las frutas y las verduras, se utilizan como edulcorantes en multitud de productos. Si no se absorben de manera correcta, se acumulan en el intestino grueso y fermentan, lo que provoca gases, diarrea y dolor abdominal. El exceso de fructosa o sorbitol puede ser nocivo y empeorar los síntomas.  Considerar también que los arándanos, cerezas, fresas, frambuesas, manzana, melón, naranja, pera y uva son las frutas más ricas en fructosa o sorbitol.

2. ¡Atención con la fibra! Cuando este trastorno provoca estreñimiento,  se suele pensar que los alimentos ricos en fibra pueden resultar buenos aliados. ¡Pero hay que consumirlos de manera adecuada! No es correcto consumir fibra solo ante las crisis, es importante introducirla en la dieta de manera progresiva y tomarla en forma habitual, sin esperar a sufrir alteraciones intestinales.

 3. La importancia de las etiquetas. Más de un 30% de las personas con este síndrome tienen intolerancia a la lactosa, por lo que es conveniente eliminarla o limitarla de la dieta. ¿Cómo? Hay que descartar los preparados que incluyan estos ingredientes en su etiqueta: monohidrato de lactosa, suero lácteo, cuajo, cuajada y grasas de la leche. En lugar de tomar lácteos, optar por bebidas vegetales (de almendra, arroz, soja, avena o quinoa). Se recomiendan los chocolates negros y los helados de hielo.

4. Probióticos para reducir los síntomas. Algunos estudios recientes sugieren que tomar probióticos (microorganismos “vivos” que repueblan la flora intestinal) puede ayudar a controlar los síntomas del síndrome de colon irritable. Actualmente existen en el mercado al menos dos probióticos que han demostrado su eficacia, aunque no son infalibles en todos los pacientes ni en todos los momentos. Muchos alimentos contienen probióticos, como los derivados lácteos y las leches fermentadas (yogur, queso, kéfir).En caso de intolerancia a la lactosa, se puede optar por alimentos fermentados como el chucrut (col fermentada) o derivados de la soja (tofu, yogur, miso, tempe).

5. La vitamina D y el colon irritable. Un estudio reciente de la Universidad de Sheffield (Reino Unido) ha comprobado que algunas personas con síndrome de colon irritable mejoran sus síntomas al tomar suplementos de vitamina D. No conviene tomar suplementos si el médico no los ha recomendado, pero sí se puede aumentar la ingesta de alimentos ricos en este nutriente, como los huevos o el pescado azul.

6. Alimentos bajo sospecha. Se ha comprobado que, en algunos casos, una dieta FODMAP ayuda a reducir los síntomas. Esta dieta consiste en eliminar determinados alimentos con hidratos de carbono de cadena corta, que fermentan antes de ser digeridos (por lo que generan gases y empeoran los síntomas). Algunos de los alimentos son: trigo, centeno, cebolla, ajo, legumbres. Es importante  consultar con el médico para que te asesore cómo seguir este tipo de dieta. Los pacientes siempre deben apoyarse en su gastroenterólogo y probablemente en un nutricionista, para no desembocar en dietas poco saludables o pobres en vitaminas, proteínas y minerales.

La cuarta pata es la medicación, que funciona como una muleta, para los momentos de crisis o para cuando alguna de las otras tres patas de la mesa está quebrada.  Considerando todos estos factores, te recomendamos  la consulta médica, a fin de lograr una mejor calidad de vida.

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